FIESTA DE LOS DISFRACES Y LOS DULCES |
Ya en los años ochentas el vandalismo de sacar agua de las fuentes públicas, el arrojar harina y otros líquidos no identificados, iniciaron el proceso de degradación de la fiesta callejera. Con el transcurso de los noventas el exceso de exposición mediática a algunos inadaptados generó la multiplicación de noticias sobre cultos satánicos, raptos de niños y animales, mermándole a la fiesta su emotividad y candor.
En este nuevo siglo, la fiesta callejera ha languidecido por completo y se ha visto reducida a clubes y centros comerciales, a parte que le ha resultado un nuevo enemigo en el extremismo clerical de algunas sectas religiosas que apoyadas en su insensata ignorancia de aplicación de códices literalmente, unida a la incultura de sus feligreses, han calificado a la fiesta de los disfraces y los dulces, en fiesta diabólica o de culto a las fuerzas oscuras.
Que lamentable simbolización para una actividad importada de Norte América, que solo pretendía el incremento de participación del mercado de dulces y golosinas en Colombia, asociada a la sana diversión de la comunidad infantil y adolescente disfrazada.
Como siempre aspiro que al menos las iglesias Cristianas separadas, rectifiquen la polarización a que han sometido a la población en nombre de un mal llamado credo y que los desadaptados adoradores de cultos extraños no tengan tanta visualización de medios para que a la fiesta inocente por cierto se le devuelva algo de su honra y candor.
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