sábado, 30 de octubre de 2010

HALLOWEEN SU TRAVESÍA DE FIESTA DE LOS DULCES Y LOS DISFRACES A FIESTA INFERNAL

FIESTA DE LOS DISFRACES Y LOS
DULCES
Transcurría el año de 1973, Cali era una ciudad aun pequeña y excesivamente tranquila, yo cursaba mi primer año de secundaria en el colegio San Luis Gonzaga y el conocimiento de la fiesta de Halloween se limitaba a las historias que algunos compañeros de aula,  que por entonces pasaban sus vacaciones de verano en Norte América, llegaban con sus innumerables historias y aventuras al comienzo de las clases en septiembre; compartidas por sus primos y amigos Norte Americanos. Ya entrando el mes de octubre de ese apacible año, un día llego al colegio una comitiva de la muy Caleña y Vallecaucana fábrica de dulces Colombina, traían para nosotros jovencitos pre adolescentes unas bolsas con dulces y una figura en papel que debíamos dibujar en mayor escala, denominado el ogro tacañón, además de un festivo estribillo ♫ triki triki (Trick-or-treat) Halloween quiero dulces para mi, si no tienes dulces para mí se te crece la nariz ♫ !!OGRO TACAÑÓN, OGRO TACAÑÓN¡¡ Desde ese lejano año se institucionalizo la fiesta de los niños y los disfraces en Colombia. Con el transcurrir del tiempo a la fiesta se le incorporaron las guerras de bombas con agua más alguna pelea a puño limpio causada por las inmisericordes mojadas.


Ya en los años ochentas el vandalismo de sacar agua de las fuentes públicas, el arrojar harina y otros líquidos no identificados, iniciaron el proceso de degradación de la fiesta callejera. Con el transcurso de los noventas el exceso de exposición mediática a algunos inadaptados generó la multiplicación de noticias sobre cultos satánicos, raptos de niños y animales, mermándole a la fiesta su emotividad y candor.

En este nuevo siglo, la fiesta callejera ha languidecido por completo y se ha visto reducida a clubes y centros comerciales, a parte que le ha resultado un nuevo enemigo en el extremismo clerical de algunas sectas religiosas que apoyadas en su insensata ignorancia de aplicación de códices literalmente, unida a la incultura de sus feligreses, han calificado a la fiesta de los disfraces y los dulces, en fiesta diabólica o de culto a las fuerzas oscuras.

Que lamentable simbolización para una actividad importada de Norte América, que solo pretendía el incremento de participación del mercado de dulces y golosinas en Colombia, asociada a la sana diversión de la comunidad infantil y adolescente disfrazada.

Como siempre aspiro que al menos las iglesias Cristianas separadas, rectifiquen la polarización a que han sometido a la población en nombre de un mal llamado credo y que los desadaptados adoradores de cultos extraños no tengan tanta visualización de medios para que a la fiesta inocente por cierto se le devuelva algo de su honra y candor.

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