lunes, 16 de enero de 2012

ENTRE LA ABNEGACIÓN Y LA INDIFERENCIA

UN ANÁLISIS A NUESTRAS CONDUCTAS

fotografía Christie Merril
Esta semana que concluyó, cierra con un evento catastrófico que expone lo más preciado y lo más censurable de las conductas humanas.

El accidente del transatlántico costa Concordia, deja ver la vileza y la nobleza del género humano en toda su magnitud.

Gestos como el de su capitán, quien sin pensarlo abandonó su barco, dejando allí a un indeterminado número de pasajeros en estado de indefensión, lo cuestionan a uno profusamente sobre el porqué, este curtido hombre de mar tomo esta oscura decisión; sin embargo surgen montañas de héroes anónimos, como el grupo de bailarinas inglesas o el jefe de sobrecargos italiano, que exponen sus vidas con sus actitudes solidarias al ayudar a evacuar a cientos de pasajeros invadidos por el pánico y la desesperación, hasta el punto de terminar perdidos en el interior del buque siniestrado como el caso del caballero Italiano, última persona rescatada con vida hasta el momento de escribir estas líneas.

Esta introducción necesaria, me ayuda  a establecer un segundo asunto entre las conductas cuestionables de toda una sociedad.
Y es nuestra cultura  de la indiferencia, la que permitió que la corrupción general en Colombia se estableciera y convirtiera en toda una forma de vida.

Recuerdo siendo chico, en la década de los setentas, como en algunas reuniones familiares se comentaba y cuestionaban prácticas empresariales y de negocios, entre familias muy respetables y algunos individuos de reputación dudosa, lo que aunque era motivo de incredulidad, no generaba investigaciones ni cuestionamientos públicos, de periódicos o emisoras de radio ni ningún otro tipo de rechazo.

Ya en la década de los ochentas, era muy natural invertir, negociar, prestar plata y obtener dividendos de aquellos caballeros y familias cuestionadas; estábamos anestesiados ante el empuje de las nuevas fuentes de riqueza y poder.

Grandes hoteles se alquilaban  para realizar suntuosas fiestas, en donde el derroche de las presentaciones artísticas, las bebidas y los alimentos era asunto común.

Al final de esa década y gracias a la clara penetración en política de estos nuevos comerciantes, el país cayó en una oscura guerra de poderes y de clases. Y ahí si fue Troya, aparecieron los protectores de la moral pública, señalando, acusando y condenando a muchos de los que habían aumentado sus fortunas con la ayuda de estos exóticos personajes.

Pero ya el mal estaba hecho, y las prácticas corruptas se habían incorporado a nuestra conciencia colectiva, de tal forma que no estaba mal visto y eran socialmente aceptadas un innumerable conjunto de hábitos poco éticos y el célebre CVY (como voy Yo) se institucionalizo.

Ahora que todos debatimos, y nos rasgamos las vestiduras con una conducta maniqueista, cuestionando y enjuiciando a los Nule, a Los Moreno Rojas, a Arias, a Uribe y a toda una serie de hombres públicos importantes, me pregunto.

A donde estábamos todos cuando un presidente mando al país a dormir y secuestro todo un proceso electoral, o cuando otro presidente fue denunciado por Lucas Caballero por construirse una autopista hasta su finca, o cuando otro primer mandatario bribón, entrego su puesto varios días al poder militar sin el mínimo cuestionamiento, o cuando otro construyo una cárcel a la medida de las necesidades de su único preso. O cuando otro célebre presidente mentiroso entrego una vasta zona del territorio para un falso laboratorio de paz.

Todas estas acciones sin excepción son una muestra de una cínica y despreciable conducta de toda una sociedad que siempre ha disculpado la corrupción, porque es un hecho que todas estas situaciones se recogen en la definición que nos entrega el RAE  y dice. Corrupción: práctica que consiste en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho económico o de otra índole, de sus gestores.

Así que cada uno de nosotros debería interiorizar y cuestionarse sobre la incidencia de nuestras conductas, para iniciar el cambio contra esta indeseable costumbre, sin excusarnos de nuestra indiferencia por acción u omisión o de la tolerancia tácita que hemos permitido al menos desde hace cuarenta años, y así tal vez quizás podamos disminuir tantos titulares con denuncias y acusaciones por el despilfarro de los recursos de todos.

1 comentario:

  1. Un ejemplo; el 13 de noviembre de 1985, cuando Ingeominas había advertido en horas de la tarde sobre la inminente erupción del Volcán Nevado del Ruiz, en Armero, las autoridades y el cura se burlaron de dichas alertas, y no hicieron absolutamente nada para evitar la consecuente tragedia....

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