viernes, 9 de mayo de 2014

LA SIMA MORAL DE LA DIRIGENCIA COLOMBIANA


La clase alta colombiana perdió la decencia, y nosotros los del medio, la capacidad de asombro.

Estos últimos episodios acaecidos en el país, por estos días, así lo señalan.

Hablar de valores, moral y ética se va convirtiendo en un tema exótico, o del manejo de intelectuales a la hora de redefinir categorías y conceptos sobre estas reglas.

¿Hasta dónde nos va a llevar el relajamiento de los valores y la inobservancia de las virtudes humanas?

¿Será comprensible que un presidente en vía de reelegirse, contrate como asesor de campaña a un ser humano cuestionable y que ahora suma a su lista de actividades reprochables, sindicaciones de haber pretendido representar con emolumentos incluidos, a un número indeterminado de capos de la mafia, que buscaban entregarse de manera negociada con el gobierno y evitar su extradición?

Además por si no fuera suficiente con este desvergonzado hecho, el bando contrario, representado en la ultra derecha criolla y que enfrenta al presidente, explora los límites de la decencia, incorporando a un hábil ingeniero para hipotéticamente piratear correos oficiales, bajo la fachada de asesor en redes sociales y comunicaciones de las mismas. Todo con el único fin de espiar a los funcionarios oficiales comprometidos en el proceso de paz y guerrilleros de alto perfil que participan en el mismo; y así de esta manera conocer de antemano las imprudencias, errores y torpezas en que se incurre en el proceso de regulación y de entendimiento con la subversión, a través de negociaciones y acuerdos políticos; para luego filtrarlos a los medios y enardecer a la opinión pública.

Ahora me cuestiono ¿De qué tamaño es el preciado botín para justificar llegar a los límites del recato? Además de intentar traspasar las fronteras de lo legal.

Y no crean que es el la lucha por el solio de Nariño, esto va más allá; ojalá conozcamos la respuesta.

De igual manera planteo una segunda pregunta ¿Con que cara un candidato de estos exige respeto a la ley, tolerancia en los desacuerdos, observación a la rectitud, además de fomento y consideración a la magna justicia?

Por asuntos más baladís, Gustavo Petro fue destituido e inhabilitado, y ahora cuando nos enfrentamos a conocer la desfachatada exposición de motivos para contar con un trasgresor de los principios morales y de la decencia como el señor Rendón, o las justificaciones de la campaña de la ultra derecha, para defender la permanencia como consultor de un caballero que se jactaba de poder vulnerar cuentas privadas de correo y algunos otro asuntos propios de la tecnología informática y de redes sociales ¿Cuál debería ser el castigo para todos los involucrados directos e indirectos, si nos atenemos al nivel moral de las faltas, frente a la que cometió el alcalde capitalino?

Estas posibles infracciones en las que incurrió el señor vulnerador de secretos, o en las que pudo haber incursionado el poco célebre asesor venezolano, en un país decente y con una dirigencia íntegra habrían puesto a todo el sistema a realizar un acto de arrepentimiento ejemplar.

Pero aquí en la republiqueta de Locombia, son solo motivo de señalamientos estas faltas entre los esbirros periodísticos de cada una de las dos vertientes que están en contienda.

Para el grueso de la población, la iglesia Católica y todas las demás fuerzas que representan a la sociedad civil, toda esta imputación de actividades inmorales, son solo el recrudecimiento normal de las expresiones propias en el fragor de la campaña por la presidencia; pues hasta ahora nadie se pronuncia con contundencia por semejantes anomalías.

Vaya procacidad más abyecta la de todos ante el enmascaramiento del problema; como si no fuera un atentado a la moral pública que un presidente en ejercicio sea un mentiroso, o un candidato presidencial con opción de acceder sea igual o peor de embustero.

Todo esto no sucedería, sí el resto de nosotros no sufriéramos de esa pasividad e indiferencia monumental que nos abate, y que ha convertido al país en un vividero extraño en el que conviven la deslealtad, la violencia extrema, la corrupción, la actitud fiestera, la admiración por las modas y la superficialidad, el fervor religioso, el amor por el dinero fácil y la pasión por el fútbol.

Infortunadamente cualquiera que sea el resultado en las urnas, solo seguirá marcando el derrotero a la sima moral en la que continuamos hundiéndonos, y que tarde o temprano marcará un punto de inflexión, asumo cargado de violencia para iniciar una nueva ruta como nación. Eso sí espero yo sin divisiones geográficas y políticas.

Porque muy a pesar de lo que piensan los adinerados de mayor poder, hasta en las sociedades totalitarias, absolutistas o muy conservadoras, ha habido virajes  pronunciados, provistos de sangre, dolor y lágrimas, para luego emerger divididos territorialmente o en otros casos inalterables en sus dimensiones geográficas y los Balcanes son un ejemplo efectivo.

Yo no quisiera que llegáramos a esos extremos, pero la dirigencia nacional por ceguera y terquedad están marcando la orientación de nuestra sociedad hacia futuros poco deseables. No me quiero imaginar si en la Habana se pacta y firma un acuerdo, cuan violento será el post-conflicto ante toda esta polarización acompañada de la profunda incapacidad de la justicia y de todos los estamentos policiales y militares.

Simplemente razonen sobre si allá es donde debemos llegar, o podemos aun variar nuestra actitud y mejorar el rumbo.   

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