martes, 28 de enero de 2014

UN PERVERSO CONTUBERNIO



Iglesia de la Ermita Cali
LOS VÍNCULOS ENTRE POLÍTICA Y RELIGIÓN

Un hecho que ha puesto de manifiesto la necesidad de perseverar en la separación de poderes y en la independencia entre el estado y las religiones, es sin duda la lucha jurídica establecida entre el procurador y los tribunales por el caso de la destitución e inhabilidad aplicados al alcalde mayor de Bogotá.

Desde los albores del catolicismo en el 325 de nuestra era, en Nicea ciudad de Asia, ubicada hoy en día en Turquía, en la que el emperador Constantino en unión a 290 líderes de la naciente iglesia Cristiana, convocó al primer sínodo para obtener la consolidación de esta estructura bajo un solo credo y una sola liturgia, se comprobó lo nefasto que resultaba para ambas instituciones humanas tal alianza.

El hábil Constantino político y militar brillante, necesitaba de un soporte profundo, cargado de simbolismos y de un apasionamiento que justificaba en sus prosélitos la entrega y el sacrificio hasta la muerte; encontrándolo en los seguidores de Cristo, esto permitiría al Cesar contar con una herramienta doctrinal que ayudaría en el establecimiento de la paz y de la unión del imperio a cambio de consentir y monopolizar la instrucción de esta fe en todo el territorio imperial, aun a sangre y fuego como aconteció en muchas oportunidades.

A partir de allí nació esta perversa alianza entre religión y política.

¿Por qué perversa?

Establezcamos primero como se define la política.  En sus conceptos más virtuosos se define, como el logro de establecer acuerdos y reglas en forma ideológica entre una sociedad humana, para encontrar soluciones a sus problemas comunes; hoy en día el diccionario RAE no lo define como arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los estados; adicionalmente debemos ampliar el concepto de política con la idea que expresa la legitimación de la dominación de unos por otros, a partir de establecer una organización social jerarquizada sin importar el grado de desarrollo de la misma.  

Entre tanto la religión es el cúmulo de dogmas acerca de una divinidad, adicionadas con un conjunto de preceptos morales para condicionar la conducta individual y social.

Al mezclar la solución de problemas comunes supeditados a una jerarquización social con las restricciones de comportamiento bajo el concepto moral subordinado a doctrinas y dogmas atribuidos a la divinidad, resulta que se transmite la sensación que el poder político y social jerarquizado, están sujetos también al dogma religioso y por tanto la autoridad suprema o el líder están necesariamente ungidos por la divinidad, convirtiendo los problemas y soluciones humanas en vástagos también de la religión mas no de las soluciones ideológicas comunes y de consenso.

Este concepto de líderes entronizados por Dios ha sido muy bien explotado por monarquías déspotas y gobiernos dictatoriales durante los últimos 15 siglos al menos, justificando con ello los excesos cometidos. En Colombia esta penetración tuvo su mayor ímpetu después de la fracasada constitución de 1862 que separo estado y religión, lo que convirtió los púlpitos en tribunas políticas en contra de los ciudadanos que apoyaron estas reformas, recurriendo a extremos como la calumnia a través de libelos incendiarios nacidos en sacristías, como lo refrenda el historiador Juan Carlos Acebedo Restrepo en su libro "El Apetito de la Injuria" que registra esta parte de la historia en el gran Tolima.

El Islán desde su creación fue concebido como una religión que involucraba la dirección política de sus prosélitos con los dogmas, razón por el que experimentos como la refundación de la república Islámica de Irán son la mayor fuente de comprobación de hasta donde esta mezcla de autoridad política y religiosa que ejercen sus imanes resulta práctica, equilibrada y desinteresada para con sus gobernados o por el contrario es la discreta figura que disfraza un autoritarismo basado en la ley divina, mezclado con las ideas e interpretaciones que de ella visualice el líder supremo.

Una característica común entre musulmanes y sectas cristianas o algunas facciones católicas conservadoras, que apoyan o promueven partidos políticos que basan su ideología en el seguimiento estricto de la ley divina, es el extremismo y el fundamentalismo de sus aplicaciones en los asuntos prácticos de la vida diaria, estos conceptos literales todos extraídos del Antiguo Testamento son la justificación de sus rígidas posturas en la aplicación de la ley o en la definición de políticas públicas.

Por ello el caso de la dirección religiosa que le imprime Ordoñez a la procuraduría de Colombia o el escándalo que envuelve al partido MIRA y la iglesia cristiana que maneja entre bambalinas a esta agrupación política, son claros ejemplos de este inconveniente vínculo entre asuntos terrenales y divinos; porque resulta incomprensible que se destituya e inhabilite a un funcionario con argumentos que camuflan el interés en exterminar políticamente a este ciudadano y a todos aquellos que se oponen a su mística manera de concebir al mundo y su realidad, o resulta absurdo que se discrimine a conciudadanos por su preferencias sexuales o sus incapacidades físicas como lo hace la iglesia y el partido político de la pastora Piraquive.

Proclamo que de todos los fanáticos políticos y religiosos líbranos Señor; exclamación que realizo desde mi raciocinio, puesto que los problemas que enfrentamos 7000 mil millones de habitantes del mundo, están a años luz de los que afectaban a una pequeña comunidad de expatriados judíos en el éxodo hace ya al menos 3460 años, por lo que deduzco que es inhumano e insólito gestar políticas públicas y juzgarlas basándonos en esos conceptos que eran válidos y prácticos para la reducida sociedad de esa época, pero ahora invalidados parcialmente o por completo, ante los monumentales problemas que enfrentamos en la actualidad.

En Conclusión la política se debe establecer para la solución de los conflictos y problemas humanos a través de acuerdos y reglas sin la intervención de leyes divinas, y la religión para supeditar algunos excesos que de otra manera no se pueden controlar.

1 comentario:

  1. lo más triste es que desde que se consagró a Colombia como un País Laico y la Libertad de Cultos en la constitución de 1991, han emergido muchas religiones que dicen adorar a Dios, pero adoran el dinero y el poder. Sumando el hecho de que la Iglesia Católica ha tenido unos discípulos en los grupos al margen de la ley haciendo de las suyas.

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