El juego de perturbar la estabilidad de los países árabes de la
cuenca mediterránea para transformarlos al formato bajo las reglas democráticas
occidentales, pasa por una dolorosa resaca. Esto como consecuencia del impulso
a revoluciones, con el apoyo de los servicios secretos occidentales, empleando
métodos que subvirtieron los modelos de gobierno que regían en esa zona.
Irak,
Siria, Libia, Túnez y Egipto se convirtieron en campos de experimentación
fallidos de la famosa primavera Árabe. Ese movimiento el cual en un principio
fue visto por muchos de nosotros como un cambio necesario con aires de
renovación de las arcaicas maneras de gobierno y de secularizar a los estados,
no funcionó como tenían previsto sus incitadores.
La cultura Árabe y musulmana personifica la fe ciega alimentada por
la ignorancia de la inmensa mayoría del pueblo, la cual es sabiamente utilizada
por sus clérigos y gobernantes, pero ingenuamente desestimada por los
estrategas políticos y militares occidentales.
Este comportamiento místico en
estas naciones condujo al fracaso el famoso experimento, trayendo como
resultado la aparición de nuevas formas de gobiernos inestables basados en la
teocracia y en la reivindicación del extremismo musulmán, el cual pregona
exterminar el estilo occidental de vida.
El famoso Califato islámico es la prueba más contundente de la mala
dirección que cursa la situación actual del medio oriente.
Todo ello junto ha traído para Europa la peor crisis de inmigrantes
de la que se tenga recuerdo en la historia reciente, acompañada además de los aterradores
accidentes en la travesía del Mediterráneo y del recelo que causan entre el
ciudadano promedio europeo la llegada de estos extranjeros.
Revertir este torpe episodio resulta imposible, pero si está en la
capacidad política de los líderes de Europa, Rusia y Estados Unidos negociar y
pactar para apoyar a los regímenes severos y estables que aún subsisten, procurando
traer paz a la convulsionada región. Que para nosotros resulta ininteligible el
apoyo a gobiernos autócratas y opresores, si por supuesto, pero la visión del
ciudadano de esa zona es muy diferente a la nuestra, se nota que requieren de
líderes estrictos, paternalistas al extremo con una visión confesional o
teócrata del manejo del estado. La estabilización política y económica es la única
manera de disminuir a sus justas proporciones el drama que enfrentan los
ciudadanos de esas naciones, de paso desmotivando el interés en emigrar. Mientras
no se tomen medidas de fondo enfocadas en esa solución, seguiremos viendo con
horror como aumenta el número de viajeros, el drama y la cantidad de muertos en
el intento de estos desdichados por encontrar lugares seguros y prósperos para
vivir.
La política exterior de la Otan en Oriente medio está atravesada por intereses económicos de imponer la economía de mercado y el neoliberalismo en esos países.
ResponderEliminarEn el caso de Irak y Afganistán las cuentas les salieron relativamente bien, pero en Siria y Libia sucedió un efecto boomerang: cientos de miles de personas migraron y están tocando las puertas de Europa. Más específicamente, tienen en la mira a Alemania, Francia, Austria e Italia.
La crisis humanitaria que la Otan creo en Oriente medio va a tener que ser absorbida y pagada por ellos mismos, dentro de sus propias fronteras con todo el desagrado que tienen estos países por la migración y con el riesgo de que una creciente población musulmana herida por su política exterior esté dispuesta a organizar células terroristas.
Una lástima que a estas alturas Occidente no haya entendido que no todos los pueblos del globo tienen que vivir bajo sus parámetros. Pero es la necesidad de un sistema económico que necesita crecer en demanda.
Néstor Nélida.