miércoles, 13 de agosto de 2014

EPIDEMIAS GLOBALES ACTUALES


Bashar al-Assad en la mezquita
bondad Rehab de Damasco

Foto sitio web teleision estatl de Syria
El ébola, se cierne como la nueve peste negra, que amenaza con ocasionar una pandemia global con sus consecuencias impredecibles, sobre el bienestar y continuidad del ser humano en el planeta. Y las noticias que nos llegan por los medios noticiosos desde el África no sugieren muchas esperanzas sobre el control de su expansión amenazante.

Todo esto solo nos recuerda cuan frágiles somos como especie, y cuan grave sería la propagación descontrolada de un virus mortal como este. 

Mas sin embargo existen otras epidemias letales, las cuales se resisten a desaparecer, abrumándonos con su inquietante existir.

Hace algunos años como parte de la estrategia de política exterior, el gobierno de Arabia Saudita con el apoyo tácito del departamento de estado norteamericano, comenzaron a apoyar a unos grupos musulmanes extremistas, como punta de lanza de una estrategia para derrocar a Bashar Al-Saad presidente de Siria. Este plan estaba apoyado económicamente desde la tesorería del reino Saudí y la logística a cargo de los grupos de inteligencia británicos y norteamericanos.

Pero como en muchas ocasiones ha acontecido, el pequeño engendro mutó y ahora envalentonado se emancipó de los tutores y se animó a fundar un estado islámico o Califato. Este paraíso de la intolerancia y la crueldad se autodenominó Estado Islámico EL y ocupa territorios de Irak además de Siria.

Su líder Abu Bakr Al-Baghadadi es un hombre ambicioso y atroz que desea construir su reino desde el Líbano, incluir a Jordania, Siria, Irak hasta llegar Riad capital de Arabia saudita, país de sus antiguos benefactores. Si miran en un mapa es bastante territorio el que el autodenominado Califa desea anexar bajo su batuta. Este inhumano individuo creció politicamente hasta convertirse en el actual engendro, por consecuencia de la soberbia occidental que sigue convencida que puede controlar a estos personajes radicales y la estupidez de unos líderes musulmanes que han querido eliminar a los chiitas o debilitarlos usando la oscura violencia de los fundamentalistas sunitas.

En circunstancias parecidas se desarrolla otra guerra silenciosa que ya tiene a su haber varios cientos de muertos entre conciudadanos de una misma nación. Y este conflicto que se desarrolla en Ucrania desde hace un par de meses. Solo llego a ser visualizado ahora como consecuencia del derribo del avión Malasio, por parte de los insurgentes pro rusos. Estos enfrentamientos han supuesto los bombardeos implacables sobre enclaves civiles, provocando la destrucción de aldeas y la pérdida de muchas vidas civiles.

Perversamente estas víctimas de un conflicto de baja intensidad, no son objeto de conmiseración alguna por las agencias de las Naciones Unidas, la Comunidad Europea o cualquiera de las organizaciones no gubernamentales que dicen proteger los derechos humanos básicos. Son ciudadanos invisibles dentro de un inhumano mundo que parece no sentir compasión por el dolor de sus semejantes. Hay alguna información sobre este desastre en algunos periódicos alemanes o en los diarios rusos.

Hay otro escenario que si ha tenido al menos cobertura mediática y es la guerra en Gaza. Aquí uno de los mejores ejecitos del planeta dotado con tecnología de punta para matar, aplasta a un grupo insurgente dotado de perseverancia, basada en su fundamentalismo religioso y en un pobre armamento que no representa el menor desafío para Israel. El triunfo simbólico de Hamas, es haber logrado atraer la notoriedad de todo occidente. Para con ello exigir el final de ese perverso embargo decretado por el estado hebreo, usurpador de territorios, quien no se ha valido de razones para esta actuación, sino de su superioridad militar y económica.

Finalmente en nuestra alta Guajira colombiana, al menos cuatro millares de chicos muren por la desnutrición y el abandono estatal. Y ese es un departamento que recibe cuantiosos recursos de su riqueza minera por cuenta de las regalías por explotación. Pero la corrupción y la ambición desmedida de sus líderes han podido más que el resolver las necesidades básicas de sus habitantes.

Cuando comparo los peligros que entraña el avance de la epidemia del Ébola para la humanidad, con la agresividad del hombre en contra de sus semejantes; reafirmo que somos nosotros mismos el peor depredador y la mayor amenaza, para nuestra continuidad como especie en el planeta. Resulta inverosímil que somos una mayor amenaza que cualquier desastre o epidemia natural.

Ante ello solo resta comentar que me produce una inmensa zozobra nuestro actuar irracional, que nos convierte en la peor epidemia para la civilización.

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