Firma de la inclusión de Crimea a Rusia |
Como consecuencia del desusado esmero en su difusión, por
estos días me he encontrado con una serie de acontecimientos que han cautivado
a la sociedad nacional e internacional; hechos acaecidos en disímiles parajes
de la geografía mundial, los cuales han recibido un manejo análogo, por la elaboración
de argumentos a priori como método de explicación para ellos.
Razonamientos carentes de fundamento teórico y falta de
demostraciones técnicas o legales son la característica común del
enjuiciamiento para estos sucesos.
La desaparición del avión de la aerolínea malaya, la invasión
rusa a Crimea y la desestimación de la petición realizada por el CIDH sobre las
medidas cautelares concedidas por esta institución al alcalde de Bogotá,
conforman esta red de acontecimientos hábilmente tergiversados por una de las
partes implicadas en el debate.
Seis fallos de la corte constitucional daban el suficiente
piso jurídico, a Juan Manuel Santos para otorgar las medidas cautelares,
concedidas por el comité interamericano de derechos
humanos, al hoy ex alcalde de Bogotá Gustavo Petro.
Por lo tanto el gobierno central al apelar al desacato, tuvo
que recurrir a crear una justificación insustancial sobre la injerencia en
los asuntos legales internos, en antagonismo con los fallos anteriormente
proferidos; que si bien no se habían formulado sobre derechos políticos, sí
abarcaban asuntos de derechos fundamentales.
La peregrina tesis del gobierno se apoyó en conceptuar que
los derechos políticos de los individuos no son derechos fundamentales, lo cual
contradice el artículo 40, que corresponde al capítulo 1 de nuestra
constitución que versa sobre todos los derechos fundamentales.
De ahí en adelante solo ha habido una ampliación de motivos
en periódicos y revistas en línea afines al régimen, tratando de justificar un
despropósito legal; claro saben de antemano que la gran mayoría de lectores no
se detendrán a examinar la constitución y menos procurarán entender e interpretar
sus alcances.
Cambiando de escenario y regresando a orillas del mar Negro,
leía ayer un análisis del periodista Jakob Augstein, quien en una tesis bien
sustentada, demostraba como las circunstancias manejadas por Putin no permitían
margen de maniobra, como consecuencia de la conducción imperial que USA y la UE
le dieron a los asuntos en Siria, Irán y Libia.
Ante estos recursos tan invasivos y desproporcionados Putin
se curó en salud, antes que le fortalecieran una guerra interna en Crimea, en
dos semanas decidió que era necesario anexar este territorio, y bajo el
pretexto de una consulta interna incorporó la península y de paso se ahorró una
escaramuza militar con Ucrania y hasta con la OTAN.
Ahora lo desobligado de todo el asunto de Crimea es el manejo
que Obama y sus aliados la han aplicado a Rusia; calificándola como una pequeña
potencia regional que solo asusta a sus vecinos mas no al poderoso Estados
Unidos; un concepto muy soberbio sobre el segundo estado con mayor poder
nuclear en el mundo. Además esta situación es mal intencionada porque ambos países
venían en un proceso de negociación sobre Crimea y Ucrania desde el diciembre
anterior; pero Washington transformó e ignoró a su antojo lo que se había
pactado.
La última crónica nos traslada al océano Índico austral y la
historia no es otra que la fatídica desaparición del avión de la aerolínea de
Malasia, extraviado hace ya 18 días con 239 personas a bordo. En esta noticia toda la culpabilidad sobre la
desaparición de la malograda aeronave se ha volcado sobre los dos pilotos del
Boeing 777; las hipótesis lanzadas por las autoridades civiles de Malasia y
difundidas ampliamente por la prensa internacional, atribuyen sin el menor
cuestionamiento la opción de suicidio o de terrorismo perpetrado por uno o los
dos miembros principales de la tripulación del vuelo MH370.
Solamente un viejo piloto retirado, el capitán Chris
Goodfellow, ciudadano canadiense, se atrevió a esgrimir una tesis de fallos
técnicos que habrían incapacitado a los pilotos y pasajeros, convirtiendo el itinerario
en un viaje fantasma hacia los confines del Índico del sur. El señor Goodfellow
aduce que es un penoso abuso condenar a la tripulación sin pruebas, quienes más
vale si intentaron sin éxito salvar el avión y toda su tripulación.
De nuevo y en una acción recurrente sin excepción se prejuzga
el comportamiento o se distorsionan los hechos para justificar arbitrariedades
o actos de incompetencia. Como simple conclusión este es el mundo y así somos
los seres humanos.
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