Fotografía de Sebastian Villarroel
La historia humana contemporánea está
llena de personajes que no cesan en la búsqueda de concebir intrigas, que
encajen con la medida de sus codiciosos intereses, aunque para ello haya que
calumniar sutilmente a otros ciudadanos sin que ello los obligue a visitar un
tribunal, además en situaciones extremas urden complots, contra la vida de los opositores implicados o hasta contra el modelo electoral, base de todo el sistema democrático.
Martin Luther King, Salvador Allende, Mahatma
Gandhi, Jorge Eliecer Gaitán, Luis Carlos Galán, asesinados en hechos no muy
bien esclarecidos por hábiles contubernios fascistas o derechistas; Nelson
Mandela, Aung San Suu Kyi, Vaclac Havel, Andrei Sakharov entre otros han pagado
con su libertad en rudas mazmorras, por simplemente procurar que se respeten
libertades, no se violen derechos mínimos o no se invadan otros pueblos y tras
de todas estas maquinaciones viene el desprestigio moral o la reseña criminal sindicándolos
de enemigos de estado, en sus respectivos países de origen.
La confusión meditada del electorado y
de la ciudadanía en general a través de comentaristas de opinión y reporteros recompensados
por las estructuras de poder es otro método para linchar éticamente opositores;
y para ello solo hay que repetir una mentira capciosa hasta la saciedad y se
cumple el objetivo del juego de desinformar y confundir a todo un colectivo.
Ahora en este momento en Colombia esa
técnica se usa para eliminar políticamente al aun alcalde de Bogotá y para
justificar la imposibilidad que el diabólico creador del partido centro
democrático se posesione el 20 de julio en el congreso y así no perder algunos
de sus fueros constitucionales como ex presidente del país.
En España ha sido la herramienta que
el partido popular ha esgrimido para mantener el poco carismático Rajoy en el
poder, a pesar de todas las acusaciones de mal gobierno y corrupción que se le
han adjudicado.
En Estados Unidos, confundir a la ciudadanía
fue la herramienta de los republicanos para destruir el programa de salud subsidiada
de Obama; este programa disminuye los grandes ingresos de las aseguradoras de
ese país. Habituales contribuyentes de las campañas políticas republicanas.
Por ley deberían existir castigos para
todos los comunicadores descubiertos usando el poder mediático para conspirar;
porque una cosa es opinar y otra muy diferente es construir historias
deliberadas para desprestigiar un sistema o un gobierno.
Queda la gran incógnita, será libertad
de expresión o es libertinaje que sirve de amparo al abuso difamador de un sector del
periodismo, esa es la reflexión que debemos realizar.
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