En el artículo anterior planteaba cómo fenómenos como el
caciquismo, debilitaban la democracia debido a su considerable poder corruptor,
a través de herramientas como el clientelismo y el nepotismo, que conllevan al
origen de conductas despóticas y autócratas.
Ahora analizando el concepto de democracia, originalmente establecido
desde la antigua Grecia y cuya actual definición según el RAE es “doctrina
política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno” establezco que antiguamente dicha intervención era
directa en donde todos los pobladores libres y con poder económico participaban, gracias a que la Polis Helenas eran comunidades pequeñas, en cambio
hoy en día debido a lo grandes tamaños poblacionales se debe manejar de manera
indirecta, por medio de la representación de funcionarios elegidos por votación
popular.
Evidentemente los especialistas en ciencias políticas en la
actualidad, tienen establecidas condiciones mínimas y precisas como el equilibrio
de poderes, el sufragio universal, el pluralismo de partidos, el respeto a los
derechos de las minorías, la supremacía de la ley, entre otras, para determinar
si se aplica correctamente el concepto de democracia en cualquier sociedad.
Pero no se puede desconocer que como planteamiento amplio, la
idea recoge criterios variables de acuerdo a como se halle constituida la sociedad
donde se aplica; Aristóteles exponía para la sociedad de su época, que el
razonamiento de democracia seria diferente para los colectivos de agricultores,
o de artesanos o de jornaleros, por razón de que las necesidades y soluciones
para cada grupo social eran muy diferentes.
Hoy en día con nuestro modelo determinado bajo el esquema de
la democracia representativa o indirecta, hallamos diferentes prototipos de
comunidades, en las que el concepto abierto como esta planteado no abarca todas
las variables que conocemos, por ello podemos encontrar democracias del tipo
popular como la cubana; democracia islámica como en Irán; o democracia burguesa
como es el estilo de Estados Unidos, América latina y Europa.
Lo que si resulta singular es como cada colectivo nacional
particulariza las características, de lo que define el termino de democracia
para cada país. Por ello es claro que el término de la democracia popular
cubana es muy diferente a nuestro planteamiento burgués de ella, y seriamente
opuesto al de las repúblicas teocráticas, en donde la esencia de la representación
ciudadana a través de sus funcionarios escogidos, sufre la alteración de que
dichos dignatarios son señalados inicialmente por los ministros o
representantes de Dios de acuerdo a las leyes divinas.
Con todos estos matices que el concepto de democracia
presenta, es preciso realizarle continuos ajustes y correcciones pues se ve
sometido al desgaste y el asedio de la práctica de los antivalores.
Y el siguiente diagnostico es la prueba fehaciente de tal
necesidad adecuación.
Ayer tarde leía con particular inquietud un artículo escrito
por sr Dani Rodrik, profesor de economía política internacional de Harvard
Kennedy School, en el que sin mayor
tapujo denunciaba como la última contienda
electoral realizada en Estados Unidos, había sido un planteamiento de ataques y
contrataques con reclamaciones engañosas, populistas y dudosas; posicionando a la democracia de
ese país al nivel de las noveles democracias africanas.
Así que el otrora y aparente maduro sistema de participación ciudadana
de la primera potencia mundial, padece ahora de fallas múltiples como el de
cualquier país tercermundista.
Cuestionado por este enfoque consulte el nivel de
participación ciudadana en las elecciones presidenciales de U.S. y me encontré con
estas sorpresas, con una población estimada a octubre de 314 millones, hay
habilitados para sufragar 236 millones de personas, pero solo se encuentran
inscritas para ejercer el derecho a votar 178 millones, de las cuales realmente
votan aproximadamente 130 millones; lo que sin duda refleja que aun con sus
conservadoras y preservadas costumbres políticas, casi 106 millones se
abstienen de participar; claro incluyendo en esta cifra los inhabilitados por
condenas penales.
Al compararse este guarismo con la altísima participación ciudadana
en Venezuela, en las pasadas elecciones, me pregunto cual designación es más
legítima la de Obama o la de Chávez.
Al contestarse olviden los sesgos ideológicos, solo valoren
quien posee mas representación popular de acuerdo al tamaño de población en
cada país.
Ahora si comparamos todas estas cifras frente al caso de
Colombia en donde 30 millones están habilitados y la participación total en las
últimas elecciones si acaso llega a 15 millones; de ello no podemos más que entristecernos
por nuestra pobre cultura electoral y democrática.
Singularidades, desconocimiento, incultura e ignorancia, cuestionan
si ya es hora de replantear toda la estructura de manifestación democrática por
representación, o realmente no hay un mejor modelo para elegir quien nos
gobierne; estimados lectores tienen la palabra.
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