Palamento Saudí |
Ante un acontecimiento revestido con
la característica de insólito en Irak en este momento por su gravedad; los
estrategas geopolíticos del primer mundo no pudieron presagiar el desarrollo de
los acontecimientos políticos y militares que se suscitaron desde hace unos
meses, posibilitando fusionar dos conflictos el de Siria y el Iraquí; los cuales
aúnan nueva tensión y confusión estratégica a occidente ante la necesidad de
asumir alguna respuesta, en la ya convulsionada zona de Oriente Medio.
El suceso en cuestión involucró de
forma crucial a la reciente pacificada por el ejército de Estados Unidos,
republica de Irak, nación que estaba invadida por este país desde aquel período
en el que el gobierno estadounidense lanzó su campaña contra el terrorismo y
las armas de destrucción masiva. Ahora en esta oportunidad venimos asistiendo a
una secuela de eventos que llegan como un reflejo tardío de la muy aplaudida y
publicitada en Europa y Norteamérica, primavera árabe iniciada en Túnez a
finales del 2010. Esta aparente revolución iniciada en estos territorios de
África mediterránea se extendió a través de todo el mundo Árabe como respuesta
a los abusos despóticos de sus gobernantes; mas sin embargo ella ha disfrazado
una oportunista intervención de un grupo de países disímiles que comparten el
interés de desmoronar a los regímenes gobernantes en estas naciones, como en la
malograda guerra en Siria. Estos conflictos suceden por el apoyo económico de
Arabia Saudita, la logística de Israel, de Estados unidos y sus socios
europeos; causando la caída hasta ahora de los jefes de gobierno de Libia,
Túnez, Egipto.
Tras de sí, se presentan los intereses
religiosos de Arabia Saudita, país de mayoría Sunita, quien pretende imponer
sus directrices teológicas y teocráticas en contra de los Chitas que son
orientados desde Irán; además de esto, están los beneficios económicos que
persiguen los norteamericanos y europeos, quienes al modificar a las elites
gobernantes se constituyen en alternativas de apoyo político y monetario de las
nuevas castas que se instalan en el poder, permitiendo intervenir en la
explotación de los recursos mineros de estas naciones de manera directa y con
mejores utilidades financieras.
Pero como las rebeliones y sus
protagonistas se reorientan y no obedecen necesariamente a sus benefactores, en
ello reside el asombroso evento que se ha desatado en estas semanas. En Irak un
grupo de Sunitas se alzó en armas contra el gobierno de esa nación con éxito,
desatando una guerra civil que ya involucraba también a Siria su vecino, y que
se teme se extienda a El Líbano y a Jordania; transformando la zona de
conflicto en un poderoso califato fundamentalista. Lo sorprendente ha sido la
tibia reacción norteamericana e israelita, principales perjudicados con la
aparición de un nuevo reino musulmán en esa zona con una orientación religiosa
tan extrema y rigurosa. Simplemente basta recordar cómo el cambio de
orientación política en Egipto tras la caída de Mubarak, determinó su
alejamiento de Estados Unidos y de Israel, incitó la reanudación de la
persecución a los cristianos Coptos con nuevo radicalismo, e igualmente redefinió
nuevas leyes sociales para todos sus habitantes permitiendo la intervención
religiosa en los asuntos considerados anteriormente estatales; además provocó
el alejamiento del turismo internacional fuente principal de ingresos del país
de los faraones y estimuló la llegada de un conflicto interno que se dirimió con
la intervención militar.
De ello se puede concluir que el
desarrollo de la nueva contienda y su posterior avance y consolidación como
Califato, traería a la región insospechadas muestras de inestabilidad. No
quiero ni imaginar la reacción israelí si estos extremistas se asientan en el
Líbano y Jordania, puesto que estos irreflexivos musulmanes se lanzarían en
guerra santa y suicida contra el territorio habitado por los hebreos; además
que prontamente estarían exportando su insurrección hasta las puertas de Riad
promotor económico de las etapas iniciales de esta nueva expresión de
sectarismo religioso y político.
Finalmente las consecuencias sobre el
resto de nosotros que estamos a miles de kilómetros de distancia se reflejarán
en nuestro bolsillo, pues esta crisis va a presionar severamente los precios
del petróleo.
Al igual como pronostique que la
salida de Mubarak desestabilizaba el pivote sobre el que descansa el precario equilibrio
del medio oriente; la aparición de este nuevo foco de inestabilidad fronteriza
y política generará secuelas violentas y extremadamente peligrosas para
occidente en general, sino se toman las medidas para contenerlo ahora en su
etapa inicial.
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