Foto Web de la presidencia de Colombia
Objetividad y subjetividad, dos vocablos contrapuestos pero conexos entre si en la cotidianidad.
Es más, su simbología ha sido motivo de intensos análisis, debido a que su intervención en la comprensión de la realidad afecta nuestro comportamiento social y las interrelaciones con el entorno.
La discusión se inicia con la
conceptualización de la objetividad y su realidad absoluta.
Desde los raciocinios de Immanuel Kant
o las reflexiones de Karl Poper hasta los enunciados de Ayn Rend, determinar el
valor absoluto de la realidad se ha tornado en una inacabable controversia.
Para Kant los principios objetivos
requieren de una condición, ser verdaderos para la voluntad de todo hombre o
todo ser racional. La señora Rend determina que los hechos de la realidad
existen como algo absoluto y son independientes de las emociones, los deseos,
las esperanzas o los miedos del hombre.
Karl Poper en sus disertaciones sobre
falseabilidad y credibilidad, construye herramientas que evalúan el lenguaje y
los escritos de tal manera que se pueda determinar si existe esa realidad o
falsedad, definiendo con estos argumentos si construimos ideas con objetividad.
A pesar de ello, algunos eruditos plantearon
cortapisas al concepto de absoluto, cuestionando si en sí mismo este es una
premisa absoluta. Esta, construido como paradoja expresaría cómo lo absoluto es
absolutamente inexistente; controvirtiendo con ello su propia esencia de único,
que es imprescindible para establecer la realidad, además de ser una consecuencia
ligada a la objetividad y por ello a esta realidad absoluta.
Esta controversia plantearía la
inexistencia de la objetividad, convirtiendo al mundo en un espacio adscrito a
la realidad subjetiva; que como idea según la RAE su significado es “Perteneciente
o relativo a nuestro modo de pensar o de sentir, y no al objeto en sí mismo” concepción
que plantea como la subjetividad está ligada al relativismo de la realidad.
Así pues, no es el objeto el que
determina la realidad, sino el sujeto a través de su relativismo de la
observación, siendo él quien decide cómo es esta existencia real; que por supuesto
ya no es absoluta o única. Kant nos reafirma esta noción al expresar como las
sensaciones e impresiones son subjetivas por no estar ligadas a objeto alguno.
En base a estas premisas concluyamos que las sensaciones ligadas a la
observación y a la impresión, ajenas a la realidad absoluta que proviene del
objeto único, son subjetivas.
¡Bueno! Y a qué viene toda esta
búsqueda de conceptos para la objetividad y la subjetividad en las nociones,
las ideas o en la misma existencia física.
Pues a que simplemente, con la
angustia desatada en consecuencia al torrente de noticias imprecisas, alrededor
del proceso de paz con la insurgencia, hemos perdido el foco para analizar con
objetividad.
Hemos llegado a un penoso extremo en
el cual no es a través del modo de pensar o de racionalizar que aceptamos o
rechazamos decires o hechos desacertados; como admitir que el notariado
criollo, elitista y dueño del país por al menos 150 años va a tolerar compartir
y convivir con la insurgencia, que son solo gleba campesina, la administración
y gobernanza del país.
La histeria colectiva y la
impulsividad están pesando con mayor autoridad que las razones lógicas y el
sentido común.
En vez de tener una confrontación de
ideas y programas asistimos a una delirante discusión de emociones, de
patrioterismo chovinista, de fundamentalismo religioso y de homofobia. La representante Cabal y sus amigos de
restauración nacional pregonan a los cuatro vientos que todo aquel que ose
abrazar ideas liberales o progresistas está condenado al infierno; pues
Colombia según ellos es un país solo católico tradicional y nada diferente a
ese enfoque es bueno y correcto.
Periodistas a ambos lados del espectro
ideológico atizan el fuego con artículos provocadores y escasos de fundamentos.
Las redes sociales están atiborradas
de discursos, videos y frases alusivas a la refundación de la patria y al
co-gobierno del establecimiento con las guerrillas. Y finalmente las
provocaciones suscitan acelerados debates en torno a la conveniencia o no de
acompañar al candidato presidente en las urnas.
Pero la objetividad como la definen
los filósofos, y la realidad absoluta, yace soterrada por el cúmulo de oprobios
que se lanzan de un lado y del otro.
Entonces la decisión de quién será el
conductor y el gestor de la gobernabilidad del país no estará aprobado bajo el
rigor de la razón de cada uno y del raciocinio ciudadano, sino por la pasión y el
pensamiento visceral cargado de emotividad y sin reflexión alguna, todo bajo
el método del odio y el miedo que nos producen las FARC. Y así el triunfo de
cualquiera de los dos candidatos se revestirá con un manto de ingobernabilidad;
días oscuros otean en el horizonte del país, esperemos que llegue un amanecer
más esperanzador después del 7 de agosto.
¿Cuando aprenderemos a calmar la pasión, mediante el uso de la razón?
ResponderEliminares este subjetivismo el que ha llevado a una atomización de la sociedad; el que actuando como una fuerza centrifuga nos ha alejado a todos de todos. si a partir de las intersecciones que tengo con el otro, es que tenemos la posibilidad de construir algo en que nos sintamos reconocidos los dos ¿como poderlas encontrar si las interpretaciones que tenemos entorno a un objeto no están en buscando extraer sus sentidos, sino que por el contrario cada uno se los agrega a su parecer?
ResponderEliminarHola Carlos Armando. Considero que un aporte necesario para la controversia entre los ciudadanos, requiere de reconocer y acordar entre nosotros los electores, de unas pautas de respeto y de establecimiento del diálogo, con el respeto al otro y con la certeza que cada uno tiene opinión, experiencias y propuestas, por eso se llegan a conocer las razones del otro así no nos convenzan, no se quiere convencer, no es el sentido, es compartir y crear las nuevas situaciones, para elminar lo que dice H. Gallimberti "ninguno de nosotros vive en el mundo, sino en nuestra propia visión del mundo", para hallarle el sentido a la política, para que ese poder entregado a los otros, nos incluya como ciudadanos, no solamente como electores, para que la política y el poder estén de nuevo al servicio de los humanos, de los ciudadanos y de todo, hasta del ambiente, del cual dependemos. También puedo sugerirle como parte de sus buenos ensayos, que haga pequeños resúmenes de esos, ahora, ilustres olvidados, los filósofos.
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