Santos y el gremio de Agricultores |
Foto sitio web presidencia de Colombia
La gobernanza es el conjunto de
procedimientos con los que muchas personas e instituciones públicas y privadas
conducen sus asuntos comunes; en el desarrollo de estos métodos se debe
promover el equilibrio sano entre el estado, la sociedad civil y el mercado de
la economía, como bien lo define el RAE.
Con el fin de consolidar este estado
de gobernanza, se hace necesario que existan instituciones públicas solidas e
igualmente partidos políticos con la ideología definida; desistiéndose de
practicar la idolatría a caudillajes mezquinos y más vale fortaleciendo la
participación de la sociedad civil en todos las acciones desde las cívicas hasta
los asuntos económicos, que involucran a todos como colectivo que integra un
país.
En Colombia y en consecuencia de la
disputa que se ha establecido entre las dos vertientes de la derecha política,
las instituciones han sufrido un angustioso desgaste a través de los últimos
años, por efecto que se convirtieron en instrumentos de persecución y de
castigo a funcionarios y ciudadanos adscritos a las fuerzas en pugna, o en
artilugio de pactos dudosos que favorecen a una de las partes con el perjuicio
de la otra.
Tenemos a una procuraduría dedicada a
perseguir infieles, que son denominados así por efecto de la orientación
ideológica y religiosa que profesan contrarias al director de esta institución,
funcionario que olvida su deber de asegurar y castigar a los infractores de las
faltas administrativas sin miramientos políticos de ningún tipo. Disponemos de
una fiscalía que intenta controvertir algunas de esas disposiciones
administrativas que impone el inquisidor que dirige la procuraduría, pero igualmente
se ha transformado en una herramienta sutil del ejecutivo para neutralizar a
los contendientes ideológicos. También aportan a esta confusión las altas
Cortes, quienes se han implicado en una confrontación de fallos, desacatando
entre ellas las decisiones judiciales sin que se determine cual corte define la
última instancia; sembrando caos en el ordenamiento jurídico; además
encontramos a nuestro congreso nacional legislando para salvaguardar sus
prebendas o de los grupos económicos aportantes a sus campañas.
Finalmente para aumentar el desmadre
institucional, nuestras fuerzas armadas que siempre han mantenido una
prudencial distancia de las opiniones y decisiones políticas, ahora se han
vinculado a emitir discernimientos cargados de beligerancia como resultado de
las provocaciones a que se les ha sometido con motivo del rol que asumirán una
vez terminado el conflicto interno del país.
Los gestores de toda esta turbación
política e institucional, olvidan por su absurda guerra, que al desestabilizar
las instituciones y aunar a las fuerzas armadas en este conflicto de intereses,
solo promueven la desintegración del orden establecido, dañan la gobernanza y
exponen a toda la sociedad a enfrentamientos que promueven desenlaces más agresivos
que el mismo enfrentamiento actual con las guerrillas.
Es hora de abandonar este repertorio
de rumores, cotilleo y propagación de dossier de inteligencia, que persiguen el
fin de polarizarnos y dividirnos con mayor radicalismo; promoviendo nueva
violencia.
No procuro defender unos diálogos
con la insurgencia que aún están muy crudos, más bien busco generar reflexión y
favorecer el entendimiento, la reconciliación y la protección de nuestra
democracia, por imperfecta que ella sea, porque es preferible una mediocre
democracia, a estar gobernados por algún tipo de régimen totalitario y
estatista
El deber de nosotros como sociedad civil
es ayudar a fortalecer, preservar y mejorar nuestra institucionalidad, pues con
ello se consolida nuestra democracia y el estilo de vida que conocemos y
preferimos disfrutar.
Para lidiar este potro llamado Colombia, parodiando a Alberto Lleras Camargo, se necesitan unas espuelas bien finas....
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