Sin duda por estos días es frecuente escuchar el planteamiento que esboza el comportamiento imperialista o colonialista además de los excesos expansionistas a cargo de la Rusia de Putin.
¿Pero realmente que es el imperialismo?
Comienzo mi exposición con la sencilla definición que formula
el diccionario de la academia y que reza: Actitud y doctrina de quienes
propugnan o practican la extensión del dominio de un país sobre otro u otros
por medio de la fuerza militar, económica o política.
Este término se acuño a partir de un proceso de origen europeo de carácter
usurpador y de imposición colonialista aplicado al África, y casi toda Asia entre
1870 a 1914; en este proyecto expansionista se excluyó a América debido a la promulgación
desde 1823 de la doctrina Monroe, presentada ante el congreso de ese país el 2 de diciembre de ese año, por la que los
Estados Unidos definió que el continente quedaba excluido de cualquier
intervención externa so pena de una respuesta militar por parte de esa nación;
pero que ciertamente se comenzó a aplicar desde 1880 y con el sesgo
imperialista que otorgaba a este país el poder de invadir, dictaminar, desechar o cambiar
gobiernos en América latina, si así lo consideraban recomendable.
Las naciones de Europa que se vincularon en esta aventura
colonizadora eran Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Bélgica y Países Bajos. Además
Japón y los Estados Unidos como representantes de otros continentes.
Quien ha documentado de manera docta este periodo histórico
es el reputado investigador británico Eric
Hobsbawm (1917-2012), quien en su libro “Age
Of Extremes”, analizó tres períodos; desde 1789 a 1848; entre 1848-1875 y el
último de 1875-1914; etapa denominada “Age Of Empire” siendo la que
protagoniza esta reflexión.
El profesor Hobsbawm usando su ingeniosa agudeza, reseñó como
en este periodo de la historia moderna se encuentra el mayor número de gobernantes
autoproclamados como emperadores, o verdaderamente merecedores del enaltecedor
adjetivo. Además él formula la tesis del imperio colonial, que se desarrolla y
ejecuta dividiendo al mundo ajeno a Europa y al continente americano, en
territorios que quedarán bajo el gobierno formal, o bajo el gobierno político informal
de cualquiera de los países participantes en estas actividades imperialistas, y
nombrados anteriormente.
El imperialismo está asociado hoy en día con el término
globalización, y entre sus eruditos críticos, encontramos al profesor emérito en
filosofía, historia y lingüística desde 1961 del Instituto Tecnológico de Massachusetts,
el señor Noam Chomsky y al también profesor de la universidad de Columbia y
premio nobel de economía el señor Joseph Stiglitz.
Chomsky es un acérrimo detractor de la firmeza norteamericana
de intervenir en cualquier lugar del mundo bajo justificaciones que el mismo
relata como reprobables, y que tienen un fundamento en la creencia por el
establecimiento de esa nación, en los
cuales asumen por definición que su sistema social y político es perfecto, y
que todo lo que se realice por definición en interés de proteger los derechos
humanos, solo se puede mejorar bajo la propia táctica esgrimida por este país. En esa misma línea Chomsky describe que el
presidente Thomas Jefferson expresaba que los Estados unidos tenían todo un
hemisferio para sí, concepción bastante imperial aun para su época.
El célebre lingüista e
historiador nos relata que entre 1939 y 1945 el departamento de estado y el
consejo de relaciones exteriores, realizaron estudios sobre la configuración
del mundo de la post-guerra, denominados War-Peace Program. En estos estudios se planteó una programación
imperial muy racional en donde se concibe una “Gran Área” que debe coordinarse y
someterse a las necesidades de la economía de Estados Unidos.
Esta Gran Área comprendería el hemisferio occidental, el
oriente lejano y las posesiones del antiguo imperio británico. Evidentemente
esto dejaría a su archienemigo de esa época la URSS con solo la influencia de Europa
del este.
El profesor y director del programa de doctorado en
Desarrollo Ambiental y Sostenible de la universidad de Columbia, además premio nobel de economía Joseph
Stiglitz, desde su campo es un actual contradictor del imperialismo, ahora rebautizado
globalización. Él fue inicialmente un defensor de estas propuestas, pues las racionalizaba
con la visión idealista que el intercambio de políticas, de tecnología, de
capacitación y la aplicación de apoyos económicos a través del FMI* y del BM** permitirían
avanzar hasta alcanzar la paridad con el
primer mundo, a muchas naciones subdesarrolladas. Su cambio de pensamiento es un efecto de sus
propias vivencias frente a la vicepresidencia del banco Mundial en los 90s y de
la observación cercana de las recomendaciones del Fondo Monetario, además de
sus vínculos con gobiernos del África en los 70s los cuales han perdurado hasta
ahora; lo que le permitió inferir y afirmar que por la inobservancia de las secuencias
y los ritmos del ciclo económico en los países pobres, se mitiga la efectividad
de los aportes positivos de la globalización. Además como la asimetría en la
información de las personas, que es otra de sus tesis, produce imperfecciones
en los mercados y provoca resultados contrarios a los deseados; esto determina como
prestatarios y prestamistas obtienen y procesan datos diferentes, ocasionando una
desorientación con mayor influjo en las decisiones de los organismos
multilaterales de crédito, y contribuyendo a que los progresos financieros
recaigan sobre porcentajes mínimos de población en estos países; ciudadanos
estos generalmente pertenecientes a las élites gobernantes o económicas, en contraprestación
con el menoscabo que sufren las grandes mayorías.
Error reconocido y recopilado estadísticamente, además de
analizado por los gurús de los organismos financieros multilaterales y desestimado
para no admitir las equivocaciones de trasladar conceptos globalizados de un
país a otro, sin analizar particularmente cada sistema económico.
El termino imperialismo en la filosofía tiene una manifestación
teórica desde la concepción del orden y el tipo del discurso, porque la
práctica discursiva construye realidad, transformándose después en verdad que
permite anteceder y acompañar acciones de política exterior. Y quien es una
autoridad en proferir esta argumentación es el francés Michael Focault, por
ello recurro a una máxima de su libro el orden del discurso para resaltarlo. “El
discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de
dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel
poder del que quiere uno adueñarse”. Y añade el reconocido filósofo cómo este
poder puede ser el de enunciar una verdad oculta, el de predecir el porvenir o
el de ver lo que la sabiduría de los otros no puede percibir.
Este razonamiento de Focault determina una parte de ese
hábito imperial racional que nos propone Chomsky, exponiendo con el manejo del discurso
los elementos argumentativos para imponer la práctica colonial.
También se puede concluir que la globalización es una transformación
del pensamiento imperialista con un tratamiento más afinado, pero en su esencia
es el mismo colonialismo que define Habsbawm.
Puedo establecer como este manejo del discurso con la ayuda
de los medios periodísticos y su poderosa orientación ideológica han permitido implantar
una línea de comportamiento que solo ha beneficiado a las pequeñas élites
locales como lo certifica Stiglitz; lo que nos permite manifestar con mayor
firmeza la premisa de Focault que en el orden del discurso reside la esencia
del discernimiento y de la conciencia global, y es a través de este elemento
que se promueve la afirmación ideológica transformando el pensamiento humano.
Finalmente toda esta aplicación del método discursivo
adaptada a las actuales circunstancias en Europa representa la lucha por la hegemonía
en Ucrania entre tres competidores Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea. Para
ello recurren al uso de todos los recursos ideológicos, mediáticos, económicos
y militares al alcance; ejecutando cada uno con una inusual sapiencia, como en
un buen partido de ajedrez geopolítico en donde cada jugador determina
presiones y movidas a pequeña escala, procurando no exacerbar al contrario
debido a que un error de cálculo podría conducir a Europa y a Rusia a una confrontación
militar poco deseada.
La otra deducción que del análisis me permito extraer, es como
los Estados Unidos hace 65 años pretendieron imponer sus intereses económicos
en una mezcla con una filántropa intención de alentar una mejora en la calidad
de vida de muchas personas en el mundo. Y esta premisa era parte natural de la supremacía
que impone al planeta la superpotencia que se erigió en 1945, al ser la
vencedora de la contienda mundial denominada segunda guerra. Lo execrable es el
cruel giro que dio la inicial idea imperial, conduciendo al mundo a las
actuales circunstancias de injusticia y desigualdad.
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