Cardenal Jorge M Bergoglio |
Fotografía web conferencia episcopal argentina
Una de las más despreciables particularidades humanas, es la
aptitud de difundir rumores y lanzar especulaciones sobre las calidades
morales, el buen nombre profesional de alguien o hasta la descalificación de
las cualidades benéficas de un artículo de consumo cualquiera, argumentado por
la competencia de posicionamiento de mercados.
Esta es una práctica común extendida en nuestro mundo
contemporáneo, desconociendo las funestas consecuencias que este accionar ocasiona.
El jueves anterior luego de la elección papal en Roma, las
redes sociales se colmaron de terribles acusaciones en contra del recién
elegido sumo pontífice, cardenal Jorge Mario Bergoglio un nombre desconocido
para la inmensa mayoría de usuarios, que de manera inconsulta reiteraban
especulaciones y rumores de su supuesta vinculación con los militares
argentinos en la época de la dictadura entre 1977 a 1981; esa misma tarde de
jueves el premio nobel de la paz de 1980 Alfredo Pérez Esquivel ciudadano
también argentino, salió al paso de estos chismes aclarando que hubo sacerdotes
y obispos amigos y cómplices de los militares, pero que el cardenal Bergoglio
provincial jesuita por aquella época no estaba incluido en esa lista de
auxiliadores, esta aclaración inclusive abarcó la supuesta vinculación del papa
con un episodio muy oscuro que involuca a 2 sacerdotes jesuitas secuestrados y
torturados por los militares durante 5 meses.
Por esto me cuestiono ¿Cómo es posible que gente que se
considera educada e instruida, asuma como ciertas tantas conjeturas y decires
basados en datos inciertos?
Estimo que esta conducta es parte de la decadente cultura de
consumo inmoderado, que hábilmente nuestros medios noticiosos han contribuido
a inculcar en la sociedad como modelo a
seguir.
El arte de extender rumores es un hecho muy cercano a
calumniar y a difamar, haciendo curso entre nosotros sin miramiento de lo
perjudicial que resulta para la misma sociedad.
A este paso del manejo de la desinformación en general ¿a
quien le podremos dar credibilidad en realidad?
¿Coexistirán aun entre nuestras autoridades, periodistas y
ciudadanos en general, hombres íntegros que no se presten a inventar, esparcir
o rumorear infundios o noticias vagas sobre instituciones y ciudadanos
destacados?
La política se convirtió no en el establecimiento y puesta en
ejecución de métodos y técnicas para conducir a los estados, sino mas bien en
el arte de generar intrigas y manipulaciones que tergiversan la verdad con el
fin de favorecer intereses particulares sobre los generales; pero todos sin
excepción con la capacidad de evaluación basada en apariencias frívolas y sin firmes
justificaciones hemos contribuido a construir esta colosal muestra de egoísmo e
injusticia que socava nuestra base ética-moral.
Quien admite un chisme y lo difunde, infringe consideraciones
de respeto mínimas que debemos observar para con nuestros semejantes, por lo
que luego no debemos lamentarnos por ser víctimas igualmente de rumores e
infundios.
He escuchado las denuncias más inverosímiles contra el
alcalde de Bogotá, sin que sus responsables al menos al ser desenmascarados se
excusen por sus difamaciones.
Recuerdo también las sucias maniobras de los republicanos en
Estados Unidos en contra del actual presidente, al difundir dudas sobre su nacimiento
en el estado de Hawái, difamando de paso a los médicos que asistieron su parto
y a la institución en donde nació.
En Cali ciudad en donde resido en la pasada campaña para la alcaldía,
se usó la estrategia de mancillar el nombre y origen de algunos candidatos por
el simple hecho de no pertenecer a la pequeña camarilla de descendientes de la
élite que ha regido sus destinos desde hace 200 años; el argumento era que los “sin
cuna” alcanzaban los cargos públicos para mejorar su peculio y patrimonio como
consecuencia de las prerrogativas que el poder de un cargo de elección otorga;
de esta manera la conclusión simple seria que solo los de linaje pueden y deben
aspirar a estos cargos. Una premisa y justificación basadas en perversos
prejuicios especulativos.
Podría continuar indagando otros ejemplos sobre esta infame
costumbre, pero estimo que con los hechos citados queda claro que el ejercicio
de especular y la difusión de chismes es extremadamente dañino, como lo
evidencia el célebre pensamiento budista que expresa “la lengua es como un cuchillo
afilado, mata sin extraer sangre”.
Solo me resta concluir con la invitación que invariablemente
reitero y es a razonar antes de hablar o escribir y a no inmiscuirnos en la difusión de murmuraciones,
especulaciones y chismes.
Como dice el Tal Presidente de Panamá, Ricardo Martinelli (cual fhüribista): "se requiere la Propaganda Negra para mostrar la verdad de los Opositores"....sin comentarios
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