Protocolo ébola en Colombia |
Ministerio de Salud y protección Social
La plaga del Ébola ha sido la puesta
en escena perfecta para evidenciar las vergonzosas diferencias hospitalarias y
los tratos sociales con los que se atienden las enfermedades denominadas
catastróficas, además de los desastres humanitarios que estas producen en los
países en donde son epidemia
En una carta abierta publicada en
algunos medios noticiosos, por un sobrino del paciente africano muerto en el
hospital de Dallas, el afectado sostenía cómo a su familiar se le había
atendido con los mínimos esfuerzos clínicos en los que se procuraba aplicarle
el tratamiento humanitario necesario para sostenerle la vida, negándole el
acceso a las drogas experimentales como consecuencia que el señor no era
ciudadano norteamericano y no tenía prestación medica alguna asegurada en ese
país.
Adicional a esta amarga denuncia me
encontré con las expresiones de súplica que han realizado a través los medios
europeos ONGS como Médicos sin Fronteras, quienes están realizando titánicos
esfuerzos para contener la expansión de la peste y requieren para ello de
poderosas ayudas económicas y logísticas, debido a que los tres estados en
donde reside la actual epidemia son inmensamente pobres y carentes de
estructuras de sanidad.
Pero con tristeza la respuesta de los
gobiernos europeos que se reunieron en Bruselas para analizar la crisis es
pobre o nula. Sin duda esta acción es deplorable y despierta una sensación de
incomprensión ante esta falta de humanidad de las poderosas naciones europeas.
Para agregarle más impacto al manejo desequilibrado de esta crisis hay que
mirar la lista de errores cometidos por el ministerio de sanidad español, quien
lanzó a su cuerpo médico y de enfermeras a una guerra para la que no recibieron
el suficiente entrenamiento. Además de haber desmejorado sus instalaciones
sanitarias a niveles de precariedad tercermundista, impulsando otras
dificultades en la atención a los infectados y en la prevención de nuevos
contagios entre el cuerpo de trabajadores de la salud encargados de cuidar a
los pacientes.
Ahora esta reflexión se traslada a
cuestionar cual debe ser la respuesta a crisis humanitarias como esta, acaecida
en los países más pobres de África occidental.
En primer lugar hay que reconocer la invaluable
labor del gobierno cubano reconocida por la ONU y por el secretario de estado
norteamericano John Kerry, esta nación a pesar de ser pobre y del circuito de
naciones latinoamericanas ha prestado un copioso grupo de médicos y enfermeras
para colaborar a paliar la crisis dando ejemplo a naciones con economías
solidas; además Fidel Castro le ofreció a Obama trabajar en conjunto con el
gobierno norteamericano en mas campaña de cuidado a los enfermos y prevención
de nuevos contagios. Esta acción restablece la esperanza en la humanidad debido
a que si enemigos irreconciliables pueden deponer sus odios y rencores cuando una
crisis humanitaria lo requiere; se comprueba que otros conflictos pueden ser manejados
y resueltos de manera compendiada.
También cabe preguntarse cuan grande
es el beneficio para los grandes laboratorios que desarrollan posibles curas o
vacunas, Además si de toda esa ganancia por valorización que ya obtienen en las
bolsas de acciones en donde se negocian sus títulos, al menos ese lucro fantástico
debería representar una obligación moral para sus accionistas para entregar algo
de apoyo logístico a estas tres naciones tan duramente castigadas con el
flagelo. Igualmente que la comprobación final de la vacuna que se dice está en
etapa próxima con personal voluntario en Suiza no se convierta en un melodrama
para la Tv y que su uso realmente se extienda a las poblaciones pobres que lo
requieren con urgencia en África.
Finalmente es el debate sobre
prevención y medidas de precaución el que debe afrontarse. Porque en países
como Colombia en donde establecer un protocolo de acción es lento por su
ineficiente burocracia, no deja de ser un riesgo que aparezca un paciente con
una dolencia de esta naturaleza. Asunto que ya estuvimos a punto de vivir en
Cali con un paciente llegado de África que presentaba un cuadro con síntomas
parecidos y que puso a una clínica de la ciudad, con sus pacientes y sus
facultativos en estado de pánico. Pero como buenos tercermundistas aún no se
decide que clínicas y hospitales estarán capacitados para atender una
emergencia de estas si llegase a presentarse. Claro nuestro ministro de salud
es un economista que cree que la estadística nos librará de conocer un caso de
Ébola y con eso piensa que está resuelto el asunto.
La atención en salud, los planes de
salubridad y los beneficios de la atención adecuada a nivel individual siguen
siendo exclusivos para los que tienen dinero e igualmente esta atención se
destaca por su exactitud en los países más desarrollados. La salud humana está
directamente asociada a la capacidad económica personal y de la sociedad en la
que vivimos y es parte de la iniquidad del hábitat humano. Quien nace en
algunas zonas de Asia, África subsahariana y África occidental o latino América
tiene menos beneficios que quien nace en Europa o América del norte, en donde sus
sistemas de salubridad pública son consistentes. Esa es la suerte de nacer y
crecer en determinados lugares del planeta, hecho sobre el que no tenemos control
alguno porque es un albur. Y es parte de esa terrible deshumanización con la
que nos miramos unos a otros.
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