Prácticas de jóvenes estudintes en Incolballet |
El tratamiento conceptual que se viene aplicando en Colombia y en otras latitudes, ante la aplicación de valores éticos asociados a la ejecución y práctica de políticas públicas o de posturas ideológicas, no deja de mostrar una actitud dúplice de los voceros que destacan estas conductas por causa de de la voracidad y el interés desbordado de los grupos cuyos portavoces cuestionan estos valores.
Encontrar en el país a un Fernando Londoño defensor de las
propuestas del Centro Democrático, cuestionando a José Obdulio Gaviria por su
ligereza verbal, resulta tan discutible como pretender que el Opus Dei no es
clasista o que las Farc se unifiquen con Álvaro Uribe en una campaña política.
Si en algo se ha distinguido el ex ministro Londoño es en los desenfrenados discursos a través de sus emisiones radiales; así que resulta
sorprendente que por ello condene la pretensión de Gaviria de ser miembro del
senado de la república por el citado partido, con el pretexto de que no es digno
de ser congresista por sus encendidas declaraciones públicas; si algo hay que
reconocerle al candidato e ideólogo paisa es su talante para expresarse con
franqueza, sin lisonjas cuando tiene que defender o controvertir a un opositor
al sostener sus pensamientos e ideales.
Ciertamente no comparto ninguna de las propuestas del señor
Gaviria, pero hay que reconocerle a este hombre su temperamento recio y apegado
a sus conceptos.
Londoño por el contrario es el típico político colombiano de
derecha, camandulero pero lleno de cuestionamientos éticos por valerse de su
envestidura para provecho propio (caso Invercolsa), acontecimientos que no le han generado
condenas legales, pero que si lo eximen de sentar cátedra sobre el
comportamiento encomiable que José Obdulio debe observar.
En otro asunto netamente parroquial, que ha persistido en el
tiempo, y que ahora se ha ventilado de manera pública, se manifiesta un viejo
antagonismo doctrinal de cómo se deben encausar y aplicar políticas públicas
del sector cultural entre dos representantes del grupo de las notables caleñas
y otras dos personas prestigiosas representantes de la comunidad cultural de la
ciudad.
Este asunto involucra a una institución única en Colombia y
pionera en latino américa como lo es el instituto Colombiano de Ballet, que
desde sus albores encontró la oposición de algunas damas de la élite caleña que
se oponían a la democratización de la interpretación de la danza clásica, por
considerar como sacrílego que mujeres y hombres pertenecientes a las clases
populares y de etnias mestizas, negras y zambos intentaran aprender este arte de
la expresión corporal, además de considerar que estas personas no poseían la
fortaleza, la disciplina, la entrega, el lenguaje corporal y la morfología del
cuerpo necesarias para lograr avances en este difícil técnica de baile.
Como lo pueden entrever, más que una disputa sobre estilos y
técnicas de enseñanza o sobre cualidades físicas de los individuos, lo que aquí
se evidencia es una dolorosa confrontación que se dirimía al determinar que los
niños y niñas de clase alta y etnia blanca latina eran proclives a desarrollar
con mayor facilidad y armonía estas habilidades para la danza clásica, y que en sus
pares de etnias zambas, negras y mestizas no maduraría en iguales condiciones.
Considero que es clasismo en toda su expresión lo que se concluye de esta
controversia; y la señora ministra de cultura lo ratifica al declarar en carta
abierta que solo algunos operadores culturales están calificados para organizar
y producir eventos de altura en la ciudad, pero claro desde que en sus juntas
figuren las señoras del reducido grupo de la élite caleña.
Se entiende por demás que tras esta discordia se establecen
sesgos muy marcados para la implementación de las políticas públicas con
referencia al sector cultural, lo que transmite una dualidad sobre si los
conocimientos artísticos y científicos humanos son asequibles para que las
grandes mayorías populares o solo son el patrimonio de las minorías pudientes.
Suena muy contradictoria la hipótesis anterior pues se ha
determinado que la cultura es un patrimonio universal al acceso de todos.
Finalmente no puedo comprender cuando leo las declaraciones
de los congresistas de Estados Unidos, pertenecientes al muy conservador
partido republicano, quienes admiten en sus discursos defender los intereses de
todo su pueblo al no ampliar la capacidad de pago del gobierno federal, para
con ello detener la implementación del programa de asistencia médica asequible para
los necesitados de esa nación, decisión que me cuestiona de cómo es posible,
que para defender los intereses de las supuestas mayorías que aducen proteger,
condenan a todas estas millones de personas a enfrentar los rigores que
significa la parálisis de todo el gobierno federal.
Esta situación solo me hace reflexionar sobre esa dualidad
doctrinal acompañada de una gran hipocresía en la que la supuesta defensa
manifiesta a los ciudadanos por los políticos republicanos solo contribuye a
favorecer a los mismos congresistas y a los cárteles de seguros médicos
enemigos acérrimos del nuevo plan de salud, quienes son contribuyentes de las
campañas releccionistas de los muy altruistas políticos
Dobleces y dualidades en la aplicación de las políticas
públicas que se considera deben favorecer a las mayorías, pero que en el
análisis de su mala aplicación comprueban como el mundo en general se encuentra
de mal administrado.
hipocrecias, discrminacion y proteccion de los intereses de las altas esferas y dirigentes
ResponderEliminarMejor dicho, en Colombia solo los poderosos tienen derecho a pensar....
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