Gitano de Anatolia Turquia |
Fotógrafo Tolgar Kelleci
En medio de todos los señalamientos y encauzamientos que se
establecen por los innumerables hechos de corrupción y violaciones a los
mínimos derechos ciudadanos por parte de los representantes de colectivos
de profesionales o por minorías étnicas o religiosas, se establece el terrible prejuicio
de estereotipar una religión a cualquier grupo étnico, a una minoría sexual, a
los profesionales de determinada actividad, a los hinchas de cualquier divisa
futbolera, llegando a generalizar a todo el grupo cuestionado como actuante de
mala fe o dotados de acciones maliciosas.
Así es como hemos llegado a sindicar a todos los sacerdotes
católicos de pedófilos, a todos los musulmanes como fanáticos extremistas y
asesinos de cristianos, a todos los miembros de la etnia Romaní como vagos,
ladrones y ahora acusados hasta de perpetrar secuestros, por un simple
acontecimiento que ha sucedido en Grecia, pero difundido por la prensa como si
toda la etnia se dedicara al secuestro de menores; al gremio de ingenieros
civiles de Colombia como anti éticos y cero confiables en la práctica profesional
por culpa del evento en el edifico Space, a los fanáticos del fútbol como
intolerantes y asesinos, a los miembros del escuadrón de operaciones especiales
de la policía nacional como violadores de derechos humanos; y así podría enunciar
un número inmenso de situaciones que han generado el maléfico efecto de
estereotipar.
Esta actitud de generalizar los errores de un individuo o de
un pequeño porcentaje de sujetos adscritos a cualquier colectivo llámese
social, religioso o profesional y de paso estigmatizar a todo la mayoría, es una
actitud reprochable que usualmente esta preconcebida, sin conocer los elementos
esenciales y las pruebas que nos permitan reflexionar y condenar o no la acción
de todo un grupo de la sociedad.
Pero esta realización resulta más insidiosa, cuando es a
sabiendas e influye en generalizar un error con conocimiento de causa, además de
utilizada con intereses políticos o económicos con el apoyo dinámico de medios
noticiosos adscritos a los fines que se persiguen con la desfiguración de la
verdad.
Los políticos embusteros y de mala calaña son dados a usar
estas estrategias, pues al desprestigiar un colectivo o al señalar a una etnia de
conductas improcedentes, encubren errores de gobernanza o excesos de corrupción.
Así cuando se señala a los Romaníes de villanos,
secuestradores, ladrones y vagos, simplemente se buscan pretextos para eximir a
los gobiernos responsables de estos ciudadanos, a crear fórmulas que promuevan
la incorporación en condiciones dignas de estos marginales a la sociedad.
O igualmente cuando en Europa se promueve la idea que los musulmanes
de manera habitual, son extremistas perpetradores de violencia sectaria, se
crea el ambiente político necesario para endurecer las leyes de inmigración en
general, lo que perjudica sustancialmente a todos los refugiados sean de carácter
político o religioso, debido al endurecimiento de los atributos para recibir
asilo o cobijo contra algún tipo de persecución.
En Colombia el ejemplo clásico es inculpar a la guerrilla de
todo acto de violencia que involucre víctimas civiles, de esa manera los
verdaderos gestores se amparan en la desinformación para cumplir sus oscuros
intereses, con el agravante que el público en general en masa es muy crédulo.
Estereotipar conductas en los colectivos es muy fácil, deshacerse
de ese mal proceder es arduo, sobre todo cuando hay medios involucrados
cooperando con repetir sin variaciones las consignas y argumentos de culpar a
un grupo social o etnia, logrando estandarizar un comportamiento indebido sobre
la congregación cuestionada, en el imaginario colectivo.
Debemos estar alertas para no dejarnos confundir por
titulares que incitan al odio y la aversión de minorías, de gremios o de
agrupaciones y si más vale analizar hasta donde son reales y justificables
estos procederes.
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