Foto sitio web Gobierno de Palestina
Dentro de la complejidad que nos
asiste como seres racionales, resaltan con evidente notoriedad algunas
peculiaridades nocivas que crecen de menor a mayor grado según el arraigo en el
estilo de vida, las costumbres y el nivel educativo; entre estas se distinguen
por su lesividad: la tozudez, el radicalismo, el fundamentalismo, y el
fanatismo.
A pesar que el fundamentalismo y el
radicalismo no nacieron con la sombría interpretación que hoy ostentan. Ambas
modalidades para racionalizar conceptos políticos o religiosos, se cimentaban
en la aplicación sin suposiciones y deducciones de la ley o del principio
religioso textualmente. Esta argumentación que no permitía interpretar la norma,
sino acatarla literalmente consintió la partida hacia un extremo mayor a ambos planteamientos.
Debido a ello hoy en día se entiende que un radical es un intransigente que no
acepta sino su canon y un fundamentalista no admite sino la observancia
rigurosa de sus ideas o preceptos.
En consecuencia es posible encontrar
prácticas incompatibles como las que asume la insurgencia colombiana; mientras
negocia la paz en la Habana, realiza funestos atentados a la infraestructura
petrolera, que destruyen el medio ambiente con carácter irreversible. U otros
que llevan un sello de azote en contra de la población civil, como los ataques
a la interconexión eléctrica. Terrorismo que genera entre la población nuevos
adeptos hacia la oposición a las posibles consideraciones y exoneraciones o cualquier
otra clase de alivios y perdones para los subversivos. Pareciese que olvida la
guerrilla que son estos ciudadanos afectados por el radicalismo subversivo,
quienes deberán en las urnas convalidar los pactos entre el gobierno y los
alzados en armas.
La lógica fundamentalista guerrillera
propende, a que somos nosotros la mayoría quienes debemos aceptar sus
imposiciones a la luz de la violencia, que con sus acciones pueden aplicarnos,
pero olvidan que casi la mitad del grupo que acude a sufragar les odia tanto
que no están dispuestos a tranzar en lo absoluto con ellos. Y no resulta
difícil comprender que esa comunidad crezca como respuesta a los atentados. De
esta forma su ridícula postura radical será derrotada sin remedio en el momento
que debamos ratificar los acuerdos en las urnas.
Bajo la misma figura de análisis
procuro comprender al grupo Hamas, quien gobierna en la franja de Gaza. Esta
facción rebelde radicalizó su enfrentamiento con Israel, al extremo de someter
a sus gobernados a la inmolación o a exponerse a sufrimientos inhumanos, como
única alternativa para conseguir un reconocimiento político entre los europeos
y los americanos que le permita obtener el apoyo suficiente para entablar
nuevas negociaciones con el estado israelí.
Lo paradójico es que para obtener su
triunfo moral en lo político ha debido provocar la muerte de más de 1400
personas, entre las cuales el 25% son niños.
De igual manera no puedo sustraerme del
hecho que el gobierno de Benjamín Netanyahu ha obrado con denotada barbarie y
crueldad, bombardeando inclusive posiciones neutrales y protegidas por la
legislación internacional, como son los refugios de la ONU que están para resguardar
a los pobladores ajenos al conflicto. Cabe preguntarse ¿Si estos excesos de
violencia basados en el radicalismo rendirán a Israel la tan anhelada
seguridad? O son la siembra de infinitas retaliaciones por parte de las
sufridas victimas de su innoble proceder.
La otra cuestión por resolver es ¿si para
Hamas será útil el clamor que occidente ya lanza sobre la dirigencia israelí? E
igualmente si esos casi ya dos millares de fallecidos, permitirán obtener la
flexibilización del bloqueo al que están sometidos desde hace años por parte
del estado hebreo. O simplemente todos estos muertos no serán más que
estadísticas de la guerra en que se haya envuelto esta sección del medio
oriente.
En el caso de Colombia mi
cuestionamiento versa sobre cómo la tozudez de la camarilla que lidera la
guerrilla, afectará ese proceso conduciéndolo hacia un fracaso estruendoso.
Porque aunque el presidente Santos quiera seguir asumiendo el doloroso
desprestigio como líder laxo, ante un gran porcentaje de la opinión pública,
poco podrá conseguir él cuando llegue la época de refrendar estos pactos por la
sociedad colombiana debido a las objeciones que esta ciudadanía le impondrá en
las urnas a ese proceso, como consecuencia que cada nuevo atentado terrorista
aumenta la desconfianza y alimenta el odio hacia las Farc.
Sin duda la singularidad que envuelve
el radicalismo y el fundamentalismo, es el reflejo de las posturas irreflexivas
y opuestas a cualquier negociación dialogada y las Farc, Hamas y Netanyahu son
el más vivido ejemplo en la actualidad de ello.
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