Fotografía Pagina web Federación Nacional de Cafeteros
El descontento social que se está manifestando en la
actualidad en el país y desde hace muchas semanas, no sugiere una muestra de
debilidad en la dirección del gobierno por parte de Santos, como algunos otros
dirigentes políticos y analistas de la realidad social lo insinúan, mas vale
esta coyuntura de paros y protestas no es sino la acumulación de antiguos
problemas, heredados de administraciones anteriores y que han llegado al límite
sin solución de fondo.
Los interminables conflictos por la tierra con las
comunidades étnicas del Cauca que ahora se han agravado con la adjudicación de
derechos mineros en tierras de los resguardos, la omisión de compromisos
pactados en obras civiles, ampliación de coberturas en salud pública,
protección de sus autoridades comunitarias ante las arremetidas de los
violentos y fundamentalmente excluirles del conflicto que enfrenta a las
fuerzas legales del estado y a la subversión, que mantiene a estas comunidades
en medio de la guerra, son los elementos relevantes por los que las comunidades
indígenas amenazan con nuevos paros.
Las actuales disputas con los cultivadores de café, son el
desenlace de un proceso originado ya hace al menos dos décadas como efecto de
los cambios en el mercado internacional del grano, el otrora cultivo estrella,
orgullo del país y principal producto de exportación que tributó los mayores
ingresos al estado por al menos 6 decenios, sucumbe ante el debilitamiento del
gremio que los asocia, la federación nacional de cafeteros, y de las políticas
inestables e insuficientes para paliar el debilitado ingreso de los
cultivadores, así que solo ahora desde hace unos meses bajo presión se les
adjudicó un esquema de subsidios que de todas maneras luce creando
desigualdades entre pequeños y grandes cultivadores, además de traer dificultades
en su aplicación en virtud de la informalidad de los campesinos en el manejo de
los requisitos y controles para cobrar estas ayudas, por ello la buena gestión
se detiene al encontrase con un escollo nacido de nuestra idiosincrasia, para la que el estado no encuentra solución
oportuna y que fomentará nuevas protestas y reparos alimentando el uso de vías
de hecho, como el cierre de carreteras que tanto daño le causan a toda la
economía en general.
El otro episodio que está provocando serios quebrantos a la
tranquilidad pública es el polémico asunto del Catatumbo, región ubicada al
norte del país que se encuentra en un paro que pasa de los 45 días, ocasionado por
las reiteradas omisiones en la solución de la compleja problemática que padecen
los habitantes de este trozo del territorio nacional, al igual que el Choco, la
costa pacífica de Cuca y Nariño, y extensas zonas del Caquetá, Putumayo y
Arauca en las que la presencia del
estado es precaria o nula por completo.
En el caso del Catatumbo se habla de al menos cinco décadas
de reclamos insatisfechos como justificación a que el estado ha estado casi que
ausente, convirtiendo esa zona en paraíso para el cultivo de coca y amapola,
permitiendo de paso la desaparición de los cultivos tradicionales, por las
nulas oportunidades de producción asistida por técnicos agrícolas u al menos
organizada, la escasez de créditos y la
imposibilidad de comercializar ante la carencia de vías de penetración; en
consecuencia la orientación económica de toda la región depende de los cultivos
ilícitos, lo que la convierte en tierra abonada para la intervención de todos
los actores armados que son parte del entramado violento del país, como son los
narcotraficantes y sus aliados los paramilitares y las bandas criminales,
además de la insurgencia representada en el ELN y las FARC, todo ello enmarcado
un círculo vicioso sin fin; y ahora cuando las asociaciones de campesinos le
solicitan al gobierno nacional la aplicación de normas para establecer una zona
de reserva campesina, surgen impedimentos desde todos los flancos del gobierno,
al punto de estigmatizar la petición de este derecho como la búsqueda de un
santuario para actividades anti-gubernamentales o una tierra de nadie que se
orientaría hacia una supuesta república independiente dentro del país.
Que hipótesis más absurdas, sobre todo teniendo en cuenta que
la ley 160 de 1994 en sus artículos 80 a 84 y el decreto ley 2664 de diciembre
de 1994, determinan las condiciones legales para crear estos espacios y no se
vislumbran posibilidad alguna de crear a partir de ahí, zonas afines a la
insurgencia o para destinos ilegales y como si fuera poco el Incora, actual
Incoder define en un anexo web los requisitos mínimos para el trámite de
constitución y delimitación de zonas de reserva campesina, y entre esas
condiciones destaco estas:
1-
Que
se localice en zonas de colonización o donde predominen la existencia de baldíos
2-
Que
corresponda a un área geográfica que requiere de la regulación, delimitación,
ordenamiento de la propiedad o tenencia de la tierra
3-
Donde
existan conflictos que impidan el logro de la paz y la justicia social de las comunidades de campesinos
4-
No estar ubicadas en parques naturales, en
zonas de reserva forestal, en territorios indígenas o de titulación de
comunidades negras, en áreas sonde se haya constituido zonas de desarrollo
empresarial y en áreas reservadas para fines señalados en la ley 160 de 1994.
Como podemos observar y concluir a
partir de estos requisitos, en el Catatumbo coinciden con lujo de detalles
todos estos motivos, con excepción del interés de Santos por su locomotora
minera; parece que en la feria de títulos mineros concedidos en la pasada
administración se incluyeron amplias zonas de este territorio, de ahí la razón aparente
para deslegitimar la petición de los labriegos y dedicar todo el arsenal mediático
del gobierno para convencer a la opinión publica de los peligros de declarar
esta región como zona de reserva campesina, que en mi sana opinión permite la titulación
obligatoria de la tierra gestando legalidad que permite implementar planes de
asistencia técnica, además de la posibilidad de otorgar créditos bajo hipoteca
para mejoramiento de cultivos, tecnificación, manejos ambientales y hasta para
mejorar las actividades pecuarias; labores que en su conjunto le quitan
legitimidad a la lucha subversiva y estimulan la obtención del sustento económico
con actividades legales.
Aunque Juan Manuel Santos y su
gobierno no son los precursores de las múltiples razones para la existencia de
estas protestas, si actúa de acuerdo a como se han comportado sus antecesores,
vulnerando e incumpliendo los pactos y convenios establecidos con las
comunidades afectadas, de ahí que el desorden social que hemos vivido por estos
días es la justa consecuencia de los innumerables engaños a los que la gente ha
sido sometida ; ojalá actuara Santos con generosidad y humanidad para con estos
millones de Colombianos y no se continúe alimentando la inconformidad social,
que en Colombia ha sido desatendida por años como fruto de nuestro desmesurada resignación,
pero que como una caldera está guardando presión con escapes exiguos.
Solo me resta confiar en la sensatez
de quien hoy nos gobierna, no sea que tengamos que lamentar hacia futuro
episodios muy crudos de violencia e intranquilidad.
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